miércoles, 23 de enero de 2013

02.


Camino a tientas, mientras mis pies se mueven torpes por la arena. Aspiro el aroma y noto un poco de aire perfumado que revuelve mi pelo. Saboreo el mar, y oigo las olas romper chocando con las rocas. Sigo andando, acercándome al agua. Escucho unas gaviotas volar por el cielo y luego una meter el pico en el agua, chapoteando un poco. Me acerco aún más, hasta que un poco de espuma salada moja mis pies. No me paro, sigo andando mientras las olas empapan mi cuerpo y mi ropa. 


Empiezo a llorar. Desde que fui consciente de lo que mi ceguera me iba a impedir, lo hacía cada noche, silenciosa en la oscuridad. Lo odio. No puedo verlo, nunca lo haré. No podré ver el amanecer ni tampoco el cielo teñirse de rojo al atardecer. No podré ver la lluvia en otoño ni las tormentas de verano sobre el mar. No podré ver nunca los pájaros revolotear sobre las flores en primavera, ni la nieve caer en invierno.
Continúo andando en el mar y luego empiezo a nadar hasta que no puedo más. Y entonces paro. Me hundo. Noto mi cuerpo sumergirse en el mar, y no salgo de esa profundidad. Empiezo a soltar el aire hasta que no me queda más, y cierro los ojos para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario